Me pediste una sonrisa,
como si pudiese mandar esa orden a mis músculos,
forzando a la boca para mostrar mis dientes.
Una mano en el pecho colocada con ternura,
indicándote que ese corazón me pertenecía,
así fue mi despedida, así será nuestro encuentro.
Pero quiero relatar como me hacías bailar por el aire,
cuando nuestros cuerpos sin tocarse, se nutrían de energía.
Me diste amor, sabiduría, una fuerza interior pocas veces vista por mí.
Me regalaste la plenitud con la que decoré el balcón,
para que no haya dudas que allí había una mujer feliz.
Pusiste guirnaldas en mí, colocaste los cajones
de mis recuerdos no gratos en un rincón,
hiciste que mi pasión llegara a la madurez
y con toda adultez así respondió mi cuerpo.
Me regalabas ramos de flores que yo siempre olvidaba,
me llevaba lo mejor…
¡en mí tenía tu savia!; como el tronco en primavera,
que despide de su interior ese gusto tan suave,
que por algo se posan el las abejas.
Eres un todo en esplendor, tu humilde corazón llora lágrimas de pena,
por no saber que hacer para mantenerte despierto
y a la vez soñar que regresas.
Quisiera que más no sea que por esta única vez,
logres obtener de tanto esfuerzo un triunfo,
aunque para mí, tu victoria ya está hecha.
Pintaste en mí tus huellas, dejaste en mi boca tus besos,
me hiciste sentir que era plena y que el amor no era costumbre.
Eres un ganador de batallas, un soldado preparado,
nunca bajas la guardia, a golpes te abrís caminos.
Como mujer de un guerrero no puedo ser menos fuerte,
tú camina por el mundo….¡yo gestaré tu presente!.
¡Que afortunada me siento!
Saber que tú eres mi hombre,
sin importar que tu nombre lo mantengamos secreto.
Me pediste una sonrisa y que diga un “Hasta luego”,
te pido a vos mi vida.¡ no detengas aún tu vuelo!.
Te acompaño en esencia, pues no siento cobardía,
porque la mujer de un guerrero no combate la ironía,
de una distancia absurda, de una ida esforzada
porque aquí en nuestra tierra ya no tenías cabida.
Me pediste una sonrisa, te la entrego diariamente,
no así al común de la gente con la que presenté rebeldía.
¿Por qué? (preguntarías) a lo cuál ya te respondo
¡Debo cuidar tres tesoros! a quien yo les pertenezco,
no deseo apabullarme para no ver con acierto, que tanto vos como mis hijos,
son lo único que tengo.
¿Cómo no cuidar una huerta en el desierto?.
Pues así me siento en batalla, sin perder la visión,
ni tampoco la ocasión de acompañarte en tu vuelo.
¿Recordás aquella tarde?,
caminamos por el pasto, ambos estábamos descalzos
y no existían fronteras.
Mirábamos el rió, dormiste una corta siesta…
¡PIDO A GRITOS A MI PAÍS! , no mutilen más amores.
Amores de padres, amores de hijos, amores de hombres y mujeres
que quieren estar en esta tierra.
No arranquen más frutos del árbol, nos quedamos sin los mejores.
¡Y LO MEJOR ES LO QUE AMAMOS!
2 de junio del 2004
silvana